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domingo, 17 de agosto de 2014

El fauno de Agua (el oráculo).

El infierno me ha llegado, estoy frente al mar en una tempestad terrible anunciando la venida de la tormenta, la gente se ha retirado lejos y no quedamos más que quien resguarda el faro, el mar y yo. ¿Qué hago aquí? La verdad no lo comprendo bien. Hace semanas recibí una máscara azul a manera de dije hecho por algún tipo de artesano de alguna piedra que desconozco pero es tan fuerte y liviana que me recuerda a la plastilina cuando se enfría demasiado, la expresión de la máscara es asombrosa, tiene una ironía en los ojos vacíos para sonreír delineando los pómulos y marcando líneas de tiempo en la frente, parece bastante antigua. La recibí una noche en una banca en la vereda mientras bebía, una joven de cabello claro se sentó a mi lado y empezó a tomarme de la cintura acercando mi cabeza contra sus pechos grandes y me decía "calma, no más, deja eso, calma..." Yo estaba bien, bueno tenía un poco de borrachera pero no estaba triste ni con ira. No podía evitar el olor de sus labios. Pasamos varios minutos así, en un consuelo por la nada creyendo que yo le hacía un bien a quien me daba tranquilidad, creo que en ese estado me gustaba mucho y cuando los seres humanos sufren es más fácil acercarse e intimar, ella debe pensar lo mismo. Después de una soledad inmensa en la calle se levantó y estiro sus brazos como queriendo llegar a mi cuello, me asusté, por un segundo pensé que me asfixiaría pero no podía detenerla, tal vez era un poco ruda y me hubiese gustado que me sacuda un poco. Traspasó el nivel de mi cuello abriendo un poco más los brazos y sentí una cosquilla en la nuca, un abrazo muy cálido como de despedida y unas palabras que musitaba, "él te espera..." Sentí el ruido de un beso volado, un peso que ahora cuelga en mi pecho y el vértigo antes de perder la conciencia; el alcohol me jugó una mala pasada otra vez. Desperté sonriendo, no era yo, disfruté mucho haber despertado y decidí arreglar un poco la casa, no tengo a nadie que me visite pero siempre es bueno estar preparado para lo impredecible, voy así ya desde mucho siempre. Bromeé conmigo bastante acerca de la juerga del anterior día y en verdad no se que me pasaba pero en un momento estaba bailando sin sentido con una música que solo oía en mi cabeza y mis movimientos eran sensuales, incitadores y morbosos que subían de intensidad junto con la excitación de mi cuerpo ajeno a lo que suelo ser. Empezaba a tocarme y pensaba en un orgasmo tan extraño que me hacía reconocerme como otra persona definitivamente; esa parte de mi que no aceptaba mi estado se me venía a la mente como un ser desnutrido y agonizante botado en un piso alumbrado con velas y yo, la nueva criatura, disfrutando el desenlace de su antigüedad. Estaba tan caliente y la imagen que usaba para calentarme más era demasiado extraña, un ser que manejaba su materia, se transformaba, muchas veces en animales y otras en instrumentos a la medida de mi placer, era demasiado real, sus dedos, las lenguas, sus miles de ojos transmutados, sus extremidades, sus fuerzas, sus ternuras y sus tristezas, si, estaba triste. Bailando literalmente con mi cuerpo encendido crucé rápidamente por un espejo en el que puedo verme de cuerpo completo y sentí una falla en mi visión, quién cruzó por el espejo no era yo. Aguardé unos segundos para pararme en frente del cristal y por fin acabar con esta locura de no sentirme yo. Moví lentamente la pierna para el primer paso al espejo e instintivamente me puse la mano en el pecho apretando en mi puño el dije azul, no asumí que la chica me lo pusiera en el último abrazo, lo sabía, tenía total seguridad de que ella me lo había dado con una familiaridad de suma confianza, pensé que este adorno había estado colgado en mi pecho toda o varias vidas. Me puse directo al vidrio cerrando los ojos y al abrirlos, el horror. No era yo. Sé que es difícil de creer pero en definitiva no era yo, describirme me causa demasiada confusión y ahora al escribir esto desde la orilla hacia el cahos veo mis manos distintas, no soy desagradable, pero no soy yo, tengo otras facciones, otras medidas y la misma mirada de incertidumbre desde que dejé de ser yo, empiezo a olvidar como era desde que al asustarme salí de mi hogar y vi cómo mi casa estaba en lo alto de una colina que da al mar. El hombre del faro solo me observa, se qué no hay nadie porque dejaron una nota en mi puerta qué decía "Cuídate de la tormenta, nos vamos de aquí." pero no sé quién o quiénes la escribieron y lo peor ya no se quien soy. Estoy empezando a recordar cosas que jamás viví, mi mente también se va transformando y tengo miedo. El viento silba con furia y me empuja hacía el filo del risco que no tengo idea donde queda pues no se quién soy ni en dónde estoy. El recuerdo de la chica que me consolaba es más fuerte, la veo despertar, bañarse, cocinar, trotar, bailar, desnuda y luego enfurecida rodeada de oscuridad leyendo un libro, le temo y quiero escapar, ya no recuerdo mi antiguo nombre y tampoco mis datos personales, peor mi género o comida favorita, los nuevos recuerdos que ahora me aquejan se van impregnando en mi cerebro y siento lástima por mi y su nuevo ser. Me acerco a la orilla y debo saltar, debo hacerlo, el hombre del faro solo me observa, es un anciano muy familiar, desde lejos hasta pienso que lo reconozco en todo este suceso del cual ya no soy más partícipe que cualquiera. Caigo derrumbando mi fortaleza y siento más lástima por mi y el nuevo ser que hasta creo que voy a asesinar acabando con mi vida en las rocas de la inevitable tormenta que ha comenzado. Mi caída está demorando mucho y debe ser por el pánico pero no escucho nada. Abro mis nuevos ojos y estoy, para colmo, suspendido en el tiempo, presiento que esto no tendrá final. Estoy sin ropas y frente a mí toda la tormenta ha conformado una estructura gigante y viva que me observa con los ojos vacíos, es azul y sonríe, se mueve con lentitud (igual el tiempo ha desaparecido y lo que sea rápido o lento no tiene sentido en semejantes circunstancias). -OTRA VEZ NOS ENCONTRAMOS DESPUÉS DE TANTOS UNIVERSOS-, se dirige a mí, tengo demasiado temor pero tengo demasiada curiosidad por preguntar qué pasa. -SE QUE NUEVAMENTE DEBES ESTAR PREGUNTÁNDOTE QUÉ ES LO QUE PASA, PERO COMO SIEMPRE SOLO PODREMOS ENCONTRARNOS EN ESTA MISMA PREGUNTA QUE HAS FALLADO YA VARIAS VECES- oigo, su voz y risa me aterran, y es terrorífico que hable de mí como si me conociera sin yo saber quién soy. Acepto la pregunta del oráculo inmenso. -DIME, OTRA VEZ, ¿QUIÉN ERES TÚ?- Maldita sea! No tengo idea de quién soy yo, podrían pasar eternidades y yo seguiría sin saber, no comprendo por qué me lo pregunta si el dice reconocerme. - ¿NO LO SABES? ¿ACASO TE OLVIDASTE DE MI?. Esto es muy confuso, no lo soporto más, daré la primera respuesta que se me ocurre y qué pase lo que tenga que pasar: -Yo, soy tú-. El gigante se va haciendo minúsculo como siendo devorado por un hoyo negro en el horizonte que se lleva el manto de la tormenta al igual como si se estuviera pasando un mantel sucio por un agujero en algún muro de casa. Yo desciendo suavemente hasta la arena donde habita el viejo y el faro y este me acoge antes del inminente desmayo que siento que me va a dar. Voy despertando a ratos, muy débil, veo al anciano que me ha dado agua, pan y me ha quitado el collar y ha perdido su color azul a pálido, parece de marfil. Caigo en el sueño y empiezo a olvidar todos esos recuerdos que se me vinieron por primera vez al instante. He despertado, sigo ebria, estoy en una banca en la calle y se acerca alguien, quién será? Lo bueno, es que yo soy yo, supongo.